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¿Cómo afecta el déficit público a las empresas?

 

Describimos los principales efectos (tanto beneficiosos como perjudiciales) que tiene el déficit público sobre la actividad empresarial.

 

Últimamente, el déficit público vuelve a centrar el interés. Se debate fundamentalmente hasta qué punto conviene o no seguir avanzando en la senda de reducción o merece la pena incurrir en desequilibrios presupuestarios un poco mayores. Ante todo ello surge irremediablemente la pregunta de cómo afecta el déficit público a las empresas.

 

Por desgracia, la respuesta no es sencilla. Los efectos son de lo más variados y mientras unos pueden tender a constituirse en posibles palancas del avance empresarial, otros son potenciales amenazas importantes a su futuro. Veamos las principales repercusiones.

 

La posible pérdida de competitividad internacional

 

Uno de los objetivos de un incremento del déficit público es servir de impulso a la demanda en la economía del país. Si se consigue, es probable que ello se traslade en un incremento de los precios, cuya intensidad puede ser variable.

 

Entre los factores que destacan en la dimensión de un posible efecto inflacionista destaca la repercusión laboral y en los precios de otro tipo de aprovisionamientos. Es probable que, en las negociaciones salariales, muchas empresas deban enfrentarse al temor de sus trabajadores a tener una pérdida de poder adquisitivo. En consonancia con esa expectativa, y con el fin de mantener el valor real de los salarios, es posible que haya que proceder a incrementar los costes salariales.

 

Si hay capacidad para trasladar ese incremento a los precios, podría parecer que la empresa no sufre una presión excesiva. En términos reales, paga una cantidad que tiene un poder adquisitivo semejante a la que venía pagando. El problema es que, en otros países en los que no ha habido un impulso inflacionista a la demanda, los precios siguen contenidos, lo que supone una ventaja para la competitividad de sus empresas frente a las de los países con más déficit.

 

Además, hay que tener en cuenta que estos fenómenos inflacionistas pueden tener una cierta capacidad para seguir alimentándose a sí mismos. Por ejemplo, el déficit produce inflación, que produce incremento de costes salariales, que se trasladan a los precios de todos los consumidores y empresas tienen que pagar, con lo que se vuelve a alimentar la inflación.

 

El posible beneficio del impulso al consumo privado

 

El dinamismo del consumo privado resulta importante para muchas empresas. Lo es especialmente para las que venden bienes o prestan servicios directamente a los particulares. Pero también lo es para otras cuyos clientes son precisamente empresas muy ligadas al consumidor final. En todo caso, es una muestra de confianza en el futuro cercano de la economía que tiene efectos beneficiosos para el conjunto de las empresas.

 

No obstante, existe una larga discusión entre los macroeconomistas de los efectos del déficit en el consumo privado. Por un lado, están quienes sostienen que las familias gastan en función de la renta de la que disponen en ese período concreto. El déficit permitiría incrementar gastos que aumentarían la demanda de la economía sin tener que trasladarlo a impuestos que reduzcan la disponibilidad de los bolsillos familiares para gastar.

 

Otro sector de macroeconomistas sostiene que el consumo de las familias está ligado a factores relacionados con el largo plazo. Aunque dispongan de mayor margen para gastar a consecuencia del déficit público, es posible que se retraigan y quizá prefieran ahorrar, sobre todo por la expectativa de que en el futuro el déficit venga acompañado de subidas de impuestos.

 

La expectativa de mayores impuestos en el futuro

 

El déficit público se traslada al endeudamiento. Si los gobiernos no pueden aplazar indefinidamente el pago de sus deudas, es razonable pensar que ello pueda llevar a una subida de impuestos en algún momento, especialmente cuando el crecimiento económico no es suficientemente vigoroso como para reducir la proporción que la deuda pública supone sobre el PIB.

 

Además, en ese contexto, el sistema tributario del futuro puede ser una fuente de incertidumbre. Podemos intuir una subida, pero no sabemos en qué tributos. Por lo tanto, no sabemos en qué medida podría afectar a las empresas y qué sectores económicos se verían afectados.

 

Sin embargo, sí existen sectores que son especialmente vulnerables, incluso cuando aún no sabemos qué tributos podrían subir. Se trata, por ejemplo, de los que tienen mucha presión competitiva internacional, que no puede trasladar fácilmente las subidas de impuestos a sus clientes. Lo mismo sucede con los que tienen una fuerte presión por parte de bienes o servicios sustitutivos cercanos del suyo. También afecta mucho a las empresas que producen bienes o servicios cuya demanda se reduce mucho ante incrementos de precios.

 

La mayor holgura para la inversión pública

 

El déficit facilita que se puedan acometer inversiones públicas. Detrás hay muchas empresas esperando atentas a las oportunidades de contratación pública.

 

Esperan poder acometer proyectos que van de la mano de los de la Administración. Si reciben muchos encargos, pueden realizar inversiones para atenderlos, lo que puede beneficiar a su productividad.

 

Otro efecto beneficioso para ellas es el relacionado con el aprendizaje. A medida que van ejecutándose más contratos públicos y de mayor envergadura, van adquiriendo una experiencia que va depurando sus procesos y, por tanto, proporcionando una mejora de sus costes y su competitividad.

 

Incluso cuando prevean una posible retracción futura de la inversión pública para reconducir la senda de las finanzas públicas hacia la estabilidad, el beneficio que produce el aprendizaje es importante, ya que es trasladable a otros países, sobre todo teniendo en cuenta que cada día más empresas participan en la contratación pública de otros estados.

 

La presión sobre la credibilidad de las finanzas públicas

 

Las finanzas públicas son del interés de todas las empresas en la medida en que condiciona sus propias posibilidades de financiación. Por un lado, los costes de capital de su deuda y fondos propios están influenciados por la rentabilidad que ofrece la deuda pública.

 

Por otro lado, el déficit incrementa la presión del Estado sobre la disponibilidad del ahorro. Si los agentes que ahorran prestan cada vez en mayor medida al Estado, la financiación empresarial se ve progresivamente desplazada.

 

Además, la sostenibilidad de las cuentas públicas es uno de los indicadores importantes del riesgo de que un Estado pueda tomar en el futuro decisiones que puedan afectar a las finanzas empresariales, incluso más allá de las subidas de impuestos.

 

La contención actual de la presión fiscal

 

Con déficit presupuestario es posible sostener un determinado gasto público sin acometer incrementos de la presión fiscal, por el momento. Aunque puedan llegar subidas de tributos o recortes en el consumo e inversión públicos en el futuro, lo cierto es que hoy ofrece unas posibilidades para gastar más sin tener que subir impuestos en la misma medida que se haría en una senda presupuestaria más tendente al equilibrio.

 

La prevención de amenazas deflacionistas

 

Existen momentos económicos en los que muchas empresas temen a la deflación. Lo hacen porque tiene un poder importante para desgastar la confianza en la economía, para provocar reducciones en la demanda, para ocasionar infrautilización de los recursos materiales y humanos y, sobre todo, para alimentarse a sí misma durante prolongados períodos de tiempo.

 

En ese sentido, el déficit público se ha señalado muchas veces como una herramienta en la lucha contra la deflación. El Estado intentaría gastar lo que no gasta el sector privado con el objetivo de recuperar la demanda, la confianza en la economía y los precios.

 

El efecto sobre la variabilidad de la demanda

 

En épocas de crisis, con mayor o menor efectividad, pretende servir de instrumento para que la demanda no se resienta excesivamente. Ello proporciona a las empresas un intento de soporte de sus expectativas, que se vuelven un poco más estables.

Proyectar unos posibles escenarios de menor demanda en épocas de crisis tendría efectos beneficiosos desde el punto de vista financiero para muchas empresas. Sus proyectos son más creíbles y se tiene mayor confianza de que puedan superar un periodo de crisis.

El déficit público, sus aumentos y reducciones, incluso las expectativas sobre su comportamiento futuro, es un compañero de viaje con el que han de aprender a convivir las personas emprendedoras.

 

 

Fuente: SAGE

Coordinador Académico Área Financiero-Fiscal - EIP Coordinador de formación eLearning en MAINFOR - Innovación Tecnológica y Educativa

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